Cuando me uní a la corporación para la que trabajo, me presentaron mis aptitudes centrales: las aptitudes que debía de mostrar, desarrollar y sobre las que se mediría mi rendimiento; una de ellas es la «capacidad de lidiar con la ambigüedad»
Pero ¿qué es realmente? Y ¿por qué genera tanto revuelo? Todos tenemos que lidiar con ambigüedad tarde o temprano en nuestras vidas ¿no es cierto?
La aptitud de lidiar con la ambigüedad, en un contexto general, no está enfocada en la acción de lidiar con ella (acción que, como ya hemos apuntado, tendrá lugar en algún momento de nuestras vidas, lo queramos o no), si no en «cómo» lidiamos con ella; y si somos capaces de aplicar una mentalidad de crecimiento, y superar la ambigüedad para dar lugar al éxito.
Cuando te encuentras con algo que es incierto, y no puedes descifrar; ¿qué es lo que haces?
Bueno, no sé que es lo que haces tú, pero puedo resumir lo que hacemos la mayoría de nosotros:
- Nos paralizamos y no tomamos ninguna acción ni decisión debido a la falta de claridad,
- Nos arriesgamos y tomamos una decisión (o acción) aleatoria o preferida;
- Cuestionamos la ambigüedad.
Este última predomina particularmente en las situaciones personales.
La mayoría de lo que se ha escrito sobre la habilidad de lidiar con la ambigüedad está orientado a un contexto empresarial. Es posible que esto se debe a nuestra habilidad para prepararnos y planear para hace frente a la ambigüedad. Las corporaciones han concebido una serie de herramientas y procesos que provee al individuo con el suficiente margen para sentirse cómodo lidiando con la ambigüedad; y el suficiente amparo como para no perder los estribos. A esto también ayuda la clara definición de responsabilidades; y de quién es la persona responsable y aprobante.
Cuando se trata del contexto personal, simplemente descarrilamos. Cada vez que nos encontramos con ambigüedad o la ausencia de definición en nuestras interacciones y vidas diarias, se invoca al miedo, y Pan toma rienda de nuestras emociones.
La forma en la que reaccionamos varía de persona ha persona, dependiendo del nivel de ambigüedad y el contexto: frustración, incredulidad, negación, reacción violenta, culpa, desesperación…
Estamos programados para acercarnos a aquellos que no es conocido y familiar; y temer aquello que nos resulta desconocido.
En el castellano tenemos un dicho que es un ejemplo perfecto de lo anterior: «Más vale malo conocido, que bueno por conocer».
Solemos experimentar una versión magnificada y más existencial de esta ambigüedad durante épocas o transiciones específicas a lo largo de nuestras vidas; la crisis de la mediana edad y la noche oscura del alma, son sólo un par de ejemplos.
La Ambigüedad en el Arte
No hace mucho hubiese afirmado que la presencia de la ambigüedad en el Arte era considerablemente evidente. Probablemente sea uno de los principios que permite al Arte ser lo que es.
Sin embargo, tan evidente como esto puede resultar para mí; no parece serlo para otros. Y nadie tiene culpa de esto. La gran mayoría de nosotros hemos crecido en una sociedad notablemente influenciada por el cristianismo, una sociedad en la que la religión y la espiritualidad están imbuidas de dogma y certeza.
Incluso en mis años como «wiccano» adolescente, recuerdo que todos los libros me ofrecían lineamientos, conceptos definidos, y un sendero los suficientemente estrecho como para que pudiese recorrerlo sin tener que hacerme muchas preguntas.
También recuerdo que estos libros mencionaban cierta tradición extremadamente secreta y hermética, la brujería Gardneriana, que tenía incluso más reglas y normas, y una estructura aún más definida.
Con esto, os podréis imaginar cómo me siento cuando me encuentro cara a cara con la expresión de desconcierto y perplejidad en un Buscador, cada vez que muestro incluso el menor atisbo de ambigüedad al responder a sus preguntas. Siento como si la deshonra hubiese caído sobre mi familia (y mi vaca), y tuviese que devolver mi carnet de membresía como Gardneriano.
La incógnita subyacente es siempre la misma: ¿Cómo puede algo ser considerado una tradición o culto cuando existe tal cantidad de ambigüedad dentro de ella?
Antes que nada, la tradición siempre ha tratado de la transmisión, no de la definición. Es por ello que se da tanto énfasis en cómo se transmite el culto, frente a cómo reacciona a él cada individuo.
En segundo lugar, el Arte (al menos el Arte Gardneriano) si es algo, es precisamente ambiguo. Bebiendo, como lo hace, de las tradiciones folclóricas y la magia ceremonial, embebido en un sacerdocio de la Diosa de la Luna y el Dios de la Muerte y la Resurrección.
Finalmente, la brujería es, en sí misma, un sendero ambiguo. Como podemos leer en la Tabla Esmeralda, el operador «se eleva desde la tierra a los cielos y desciende a la tierra nuevamente, combinando así dentro de sí mismo los poderes tanto de arriba como de abajo». Es un proceso de destilación, en el que todo lo que creemos cierto ha de ser sacrificado en el altar de la espiral que gira constantemente, para volver a hacer.
Se presenta como la carta de la Torre en Arcanos, en la que la torre derribada por el rayo, y el operador cae. La torre es construida de nuevo, más sólida que nunca, basándose en los cimientos provistos por la torre anterior; pero con el mismo destino.
La única certeza en el Arte es aquella manifestada por la bruja: entre los reinos terrenales y los dominios de los dioses; por una fracción de segundo; alimentada por intención; para hacer su voluntad manifiesta.
Intentar resistirse al derribe de la torre sólo hace que la caída sea más severa; y, a veces, el individuo se encuentra a sí mismo cobijándose en los escombros, sin intención alguna de reconstruir la torre.
La cruda «verdad»
Lo cierto es que el mayor impedimento para que podamos lidiar con la ambigüedad es nuestro rechazo a ser vulnerables.
A fin de lidiar con la ambigüedad es esencial que reconozcamos el límite de nuestro conocimiento; nuestra necesidad de aportaciones y apoyo externo; que tengamos la determinación de cuestionar aquello que creemos saber, o que nos han inculcado; y que aprendamos a navegar el océano de incertidumbre, y hacerlo con comodidad.
Esto es tan cierto al Arte, como lo es al contexto profesional, o a nuestras vidas diarias.
La mayoría recurrirán a eludir el desafío (intentando alejarse de él), o a «corregirlo». Podemos ver esta última opción en numerosas ocasiones a la largo de la historia del Arte. Ciertos individuos darían con la brillante idea de que, si algo no ha sido definido, ¡sólo puede querer decir que está esperando a que alguien lo defina! Sí, así es como mucha gente, incluso dentro del contexto del arte tradicional, ha acabado con un «Libro de las Sombras – Montacargas» (un chiste interno, por su tamaño), y también es la misma razón por la que se han podido escribir tantos libros sobre «Wicca». Irónicamente, las formas modernas de «Wicca» solitario están mucho más definidas en lo que respecta a sus creencias de lo que el Arte Gardneriano lo ha estado nunca (os recomiendo que leáis el artículo «Ortopraxis, Ortodoxias y Heterodoxias» respecto a este tema).
La religión y la creencia son partes centrales a nuestra existencia, aquello que pone nuestra identidad o nuestras creencias en riesgo, hace temblar toda nuestra alineación interna. Al definirlas y encuadrarlas, obtenemos una sensación de control.
Sin embargo, la definición previene el crecimiento. Impide y limita nuestra habilidad de ser flexibles, aprender y crecer. Es el mismo motivo por el que, en cualquier contexto, utilizamos «preguntas abiertas» si lo que queremos recibir es una considerable respuesta no-condicionada.
El Arte, tal y como es (al menos en algunas de sus vertientes) ofrece una columna vertebral sobre la que girar, a la vez que ofrece el suficiente espacio para crecer. Sinceramente, dudo que esto fuese un accidente y, si lo es, ¡es un accidente estupendo!
Pero, ¿cómo? ¿cómo podemos empezar a lidiar con la ambigüedad?
De alguna forma ya he apuntado el impedimento principal a la hora de lidiar con la ambigüedad. El «cómo» se reduce básicamente a re-entrenar nuestra idea preconcebida de que, al abrirnos a la ambigüedad, y al cuestionarnos a nosotros mismo o aquello en lo que creemos, somos menos dignos; o que la sensación de control que generamos con la definición sea real, o incluso útil.
A continuación, ofrezco algunos puntos basados en mi propia experiencia, tanto en el entorno corporativo como en el Arte:
- Se humilde: No lo sabemos todo. Acepta los portes externos. Si no sabes algo, dilo: «Nunca se me había ocurrido pensar sobre eso. Déjame que piense un poco sobre ello y después seguimos debatiéndolo». Incluso si llevas practicando el Arte (o tu profesión) durante 50 años, eso es igualmente importante (¡si no más!),
- Se abierto: Si vas a comenzar a juzgar, o para de escuchar, cinco segundos después de identificar que se trata de algo nuevo, no vamos a parar a ningún lado,
- Se asertivo; pregunta: En ocasiones la ambigüedad nace de la existencia de diferentes niveles en la conversación. Pregunta, recapitula, pide que reformulen la afirmación, sumérgete en la conversación.
- Saca provecho de la experiencia; identifica patrones: La situación puede haber tenido lugar en el pasado ¿qué hemos aprendido de ella?
- Identifica qué sabes – qué puedes saber: Pon todo sobre la mesa. A menudo te darás cuenta de que sabes más de lo que crees.
- Evalúa el riesgo: Lidiar con la ambigüedad no quiere decir que tengamos que pasar a la ingenuidad o estupidez. Pagar 1000€ por una «bolsa sorpresa» sin idea alguna de lo que contiene, o por una iniciación en un grupo muy molón, no te hace excelente en lidiar con ambigüedad; te hace insensato.
- Emplea la mentalidad de crecimiento: ¿Qué puedes hacer? Si no puede lidiar con ello en absoluto debido al nivel de ambigüedad, pide ayuda, o déjalo a un lado. Si hay algo más (o parte de ello) que puedas abordar, hazlo; puede que reduzca la ambigüedad global.
Lo anterior son sólo consejos. La mayor ayuda a la hora de lidiar con la ambigüedad es llegar a sentirnos cómodos con ello, basándonos en lo gratificante que resulte la experiencia global.
Y es que, en la vida, muchas veces no saber sólo nos hace más sabios. Puede que sea una paradoja, pero el Arte está repleto de ellas.